lunes, 24 de junio de 2013

Del Solsticio, la Bruja trajo de su mano la primera Luna del Verano

Duchada, Peinada, Maquillada, Perfumada, Arreglada y Vestida...

   Llevo como más de veinte minutos mirando al suelo, meditando, analizando cada surco de la baldosa, cada pigmento que colorea su espeso color beige, mis manos sujetan lo que queda de mi alma y sentada en el borde de la cama, no consigo desviar mi mente más haya de él, sigo muy pendiente de las juntas blancas. Supongo que, más de una hora es suficiente, tomare el aire, con el solo propósito de convertirme en una parte ínfima del cielo, según bajo las escaleras, que me van a llevar al patio interior común donde a lo lejos, solo se observa la luna en aquel tejado rojizo, espero paciente, para contemplarla esplendorosa.
   La noche más corta del año se esta convirtiendo en la que más horas tiene; tres velas metidas en el bolso, vestida con unos pantalones cortos que dejan deleitarse a los turista a efectos ópticos de mis piernas extremadamente largas por la cuña de mis sandalias negras, cruzo los dedos y espero minuto a minuto, voy prometiendo a mi misma... que el día que te deje marchar, el día que deje de echarte de menos, ese día, solo ese día, dejare de amarte, hasta entonces no te separes mucho, no te alejes demasiado, porque siempre me haces falta.

   Miro el reloj una vez más sin recordar la hora, vuelvo a levantar mi muñeca para rellenar mi mente de lo que marcan las manecillas, noche de brujas, noche en la que todos los deseos se cumplirán. Detrás de la escalera hay un hueco donde nadie me ve, donde el aire deja de soplar y estoy segura que aún sigue sin haber luz, pasos lentos, sin hacer ruido me acerco, saco mis velas y me siento en la piedra que coloque hace un par de tardes. Las enciendo con mimo, y a continuación las poso en el suelo junto a mi, cierro los ojos de nuevo, pero esta vez sin pensar.

   Dejo que se consuman mis anhelos, junto con la cera derretida hasta que su llama se mengua, cruzo la puerta que da a la calle, y su sonrisa me da la vida, no me critica, no me culpa, no me juzga, solo me tiende la mano y me besa en la mejilla; anoche mientras cenábamos, vió en la estantería una caja metálica, una de las decenas de cosas que me recuerdan a esos momentos en los que sonreía, no preguntó, descorché la segunda botella de Bach y serví los tallarines como si nada, no comentó ni siquiera que eran aquellos discos, pero, es inteligente y supuso que si seguía escondida era por alguna razón.
  
 
   Mojé mis labios para dar un sorbo un poco más largo al cóctel, adoro ese bar, es intimo, buena música, sofás donde reposar y camareros simpáticos que nos cierran el local solo a nosotros, y lo ví claro, me deslumbró brillante la luna en la mejilla a través de la enorme cristalera, gire a penas unos grados mi cabeza y me sentí tranquila y en paz, y me prometí en voz alta mientras brindabas conmigo:

"Cosmopolitan al mejor postor "